EL VIAJE (II) (Alberto Meléndez)
…Y si vosotros queréis os podemos acompañar en este viaje. ¿Qué os parece?
¿Y cómo va a ser? preguntó Arantza, entornando sus ojos, escrutando cada palabra y cada gesto.
Pues sinceramente, no lo sé (respingo de Arantza, apenas imperceptible, pero obvio para quien está acostumbrado a mirar). La verdad es que no lo sabemos. Hemos hecho este camino centenares de veces, pero cada vez ha sido diferente. Nosotros os acompañaremos hasta donde queráis. El peso principal lo vais a llevar vosotros… Podemos intentar quitar del camino lo que os lo haga más difícil. Ayudaros a interpretar las señales, a llevar parte del peso…
Osea, dice Mikel, que por fin se anima a hablar. Que nos acompañáis aunque no podéis hacer nada, que tenemos que hacerlo todo nosotros…
No, digo un poco nervioso por el tono de Mikel. Creo que podemos hacer muchas cosas. Pero el camino es el vuestro, de vuestro aita y vuestro. Nosotros caminamos a vuestro lado, pero va a haber cuestas, seguro que alguna tormenta…
Y claro (Mikel muestra ahora un tono menos tenso, pero algo desafiante) de cuánto va a durar el camino, también ni idea, ¿no?
Pues no. Mira, si llueve, si se empina mucho la cuesta, no habéis descansado bien… aunque sea muy poco lo que quede se os va a hacer muy muy largo. Aspiramos a que se os haga corto…
¿Y no hay atajos? (Ahora es Arantza quien se muestra retadora). No me puedo creer que en pleno siglo XXI no haya otras maneras de hacer este recorrido…
Los viajes requieren su tiempo. El destino es importante pero lo que hace la diferencia es el camino. Si vuestro aita no quiere seguir por este camino lo hablaremos. Ahora mismo quiere seguir caminando. Le habéis oído. Además, no somos unos inconscientes… Tenemos herramientas para conseguir que lo más importante sea el confort de vuestro padre sin pretender alcanzar otra meta que no sea esa.
Ya, pero él está sufriendo mucho. Y yo no quiero verlo así… Arantza se rompe. Su expresión dura de hace un minuto se ha tornado en llanto frágil.
Silencio. Dejamos que el silencio acoja su dolor. Esperamos.
Claro. Sufre. Se siente querido. Y tú sufres porque lo quieres. Poder acompañar al aita puede hacer que su sufrimiento sea menor y que tú encuentres sentido al tuyo. Y para nosotros acompañaros es un privilegio que os agradecemos. Hay un sufrimiento al que no llegamos. Vuestro padre se está yendo, justo ahora que empezaba a disfrutar de su jubilación. Sus nietos, su esposa, vosotros… Ese sufrimiento no puede ser eliminado con pastillas y solo puede ser acompañado desde el respeto. Pero hay otros «sufrimientos» que estorban en este camino; algunos problemas físicos, lo complejo del sistema sanitario, las preguntas, las dudas, las decisiones… Ahí tenemos que ser excelentes para que hagáis esta etapa del camino viviéndolo y creciendo con él.
De nuevo silencio. Pero hay algo diferente en el ambiente. Más luz. Menos niebla. Algo ha cambiado.
Si os parece, echemos a andar. Gracias por confiar en nosotros. Tenemos mucho camino por delante…
Esta entrada fue publicada en fin de vida, Profesión Médica, Relación médico-paciente, Sin categoría y etiquetada como Compromiso social, Cuidados Paliativos, Medicina de Familia, Profesión, relación de ayuda.