LA COMPLEJIDAD DE LO COTIDIANO (Maxi Gutiérrez)

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Una mañana de miércoles que empieza a ritmo pausado. Un vistazo a la agenda con varios huecos libres genera una suspiro de alivio. Solo un repaso a los nombres y apellidos que se desgranan en las tareas pendientes ya genera sensaciones diversas. Es lo que produce la longitudinalidad: ya sabes por lo que algunos vienen antes de que lo cuenten. Nuestro barrio está en crecimiento y por ello se producirán en la mañana encuentros nuevos que requieren presentaciones, conocimientos y “mediciones varias” entre el médico y su paciente. Como todo lo nuevo, la sorpresa me inquieta, me reta y por momentos me extenúa.

 

Comienza la mañana con una crisis asmática. Precisa inhaladores y eso obliga a tratamiento y reevaluación además de la pertinente intervención sobre el tabaco que engancha y ahoga a la paciente en igual medida.

Andreas ha vuelto del hospital a casa después de una intervención en neurocirugía. Viene con dolor en la cabeza y en el alma porque ambas han sido revueltas durante el ingreso. El corticoide le descontroló el azúcar. Toca ajustar los fármacos que nadie mecanizó en el sistema informático y poner calma a la ansiedad no resuelta del paso por el hospital, ese lugar tan necesario como rechazado. Me despido con un “Andreas mañana hablaremos para ver cómo va todo”.

A Cristina le duele el cuello. Le han tratado en la mutua y de momento, aceptan su causa laboral pero, viene a contarlo porque… no sabe porqué pero acude y expresa sus miedos, sus peticiones de segunda opinión, sus incertidumbres. Se marcha con las mismas pautas aunque quizás un poco más descargada de sus contracturas. Volverá.

Y entre medio hay consultas de resultados analíticos que hay que contextualizar en la persona que tengo delante, explicar y proponer un plan.

Una llamada enciende todas las alarmas. Viene Ahmed a pedir una consulta al domicilio porque su tío ha llegado hoy mismo del Sahara y está enfermo. Es urgente… era urgente pero, se pudo demorar con unas pautas de cómo tomarle la temperatura, darle paracetamol y calmar la espera. Llevó tiempo pero, aliviamos los síntomas y nos libramos de salir y dejar todo empantanado.

Lumbalgia repetida, resultado de la radiografía y faringitis que nunca debieron venir… van desfilando.

Una llamada de servicios sociales que anuncia que mañana vendrá a consulta una mujer con sospecha de depresión postparto que han detectado porque quería dar su hijo en adopción. ¡Bendita coordinación y continuidad!.

Antonia viene a por unos resultados pero, también quiere contar la preocupación con su marido por su comportamiento incoherente y violento en ocasiones. Hay que diseccionarlos para desgranar una situación de violencia de pareja o una enfermedad mental o qué se yo que más… Elaboramos un plan para observar y abordar la situación con él sin incluir toda la información explícita que Antonia me ha aportado. Hay que anotar con detalle porque si no todo se olvida.

Vuelve Pilar con su mareo: “ya se sabe que a los noventa y pico uno no tiene esperanza de mejoría pero, esto es lo peor que me ha pasado en la vida”. Creo haberle oído lo mismo en consultas previas. A pesar de todo hay que reevaluar, explicar y proponer… “y si algo empeora, ya sabes dónde estoy”.

Un joven con condilomas se acerca entre avergonzado e indefenso. Requiere hablar de sexo, de protecciones, de relaciones y de vida que en definitiva, es lo que nos preocupa. Porque los condilomas que se van crio-tratados eran una excusa.

“¡Ah! y que me pongas para recoger en la farmacia lo de la alergia que ya sabes que todas las primaveras…”

El último paciente es Javier que viene con su hermano porque apenas se vale por sí mismo. La ELA va degenerándolo todo y ahora estamos con la diabetes y los ajustes de insulina. Al fin y al cabo es lo único que va bien porque esta enfermedad va deteriorando a la familia al completo. Y todo esto merece un tiempo de escucha y de apoyo.

Aún queda una ecografía clínica programada que nos permita quitar preocupación a la espera de la ecografía hospitalaria. Alfredo está esperando un tanto nervioso. Difícil concentrarse cuando miro el reloj y son cerca de las dos de la tarde.

Y para terminar hay que ir a visitar al tío de Ahmed que espera en su domicilio aliviado por el paracetamol pero, necesita un diagnóstico y tratamiento para un cuadro de gastroenteritis que se está prolongando y que habrá que estudiar con varias pruebas.

 

¿Complejo? Nooooo. Solo difícil de gestionar el tiempo para repartirlo de forma adecuada. Tolerar la incertidumbre para que nada grave quede oculto. Y adecuar la práctica a la utilización de pruebas, recursos y tratamientos ajustados a la patología y desde una perspectiva bio-psico-social.

No quiero decir que todo lo complejo se concentre en la consulta del médico de familia pero, sí reivindicar el respeto debido a nuestro trabajo. Le pido respeto a nuestros gestores para que valoren nuestra trabajo en su justa medida y lo manifiesten en acciones más allá del aburrido discurso sobre la importancia de la atención primaria. Y te pido respeto a ti cuando acudas a la consulta de tu médico, que comprendas que lo de antes y lo de después condiciona y preocupa, que no le midas por un único encuentro, que seas paciente (de paciencia) y tolerante.

 

El estudiante de sexto curso que me acompaña… ¡Ah claro, no había dicho que también soy docente!. En medio de todo esto uno pretende enseñar lo que es la medicina de familia como disciplina apasionante y extenuante. Digo, que el estudiante expresa un suspiro y me dice que odia los días que empiezan con huecos en la agenda.

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